Para ser honestos me da pereza escribir un diario, generalmente no tengo nada que contar, o los acontecimientos corren demasiado rápidos para plasmarlos.
a mi lado los fuegos artificiales suenan, luces amarillas, rojas, blancas y verdes revolotean en la oscuridad de la noche...
Pero no fue aquello lo que me motivó a escribir esta vez, sino un día raro, donde por un momento la mancha de lo inusual y lo "malo", se esparció por mi vida un par de horas, dejando esa sensación que se tiene a veces, una espina clavada, que no se sabe ni porque ni como, que se siente pero que no se ve, así me pasa hoy.
Me levante por ahí de las nueve y cuarto, con demasiado frío y demasiada flojera para darme un baño me dirigí a mi madre que trabaja en una tienda al lado. El día de hoy no me conforme con el consabido cereal dietético que he de tomar hasta que muera, sino que un extraño antojo de tamales por parte de mi madre colocó el primer raro presentimiento del día de hoy.
Desayuné, me bañe, el proceso de tender la cama fue mucho más rápido y menos tortuoso por alguna extraña razón que desconozco. Hacer las tareas no me llevó demasiado tiempo, ni demasiado esfuerzo, y salir de la casa constituyó una rápida operación con menos esfuerzo y aturdimiento que otros días, hasta el mismo hecho de tomar el autobús y llegar al servicio fue tan sencillo que me asusté.
Para ser honesta, me asusta cuando las cosas salen bien, no sé, es como la historia de Job. Llegar a la escuela, asesorar, eso también fue sencillo, una hoja escrita, un par de preguntas, eso fue todo cuanto hice, todo fácil, ninguna complicación, pero ahí fue, a la salida, cuando las coas dieron un pequeño vuelco.
Salimos de la facultad con aparente normalidad, Abraham, Mauro y yo caminamos con intención de salir de ahí, ellos a su casa y yo como siempre a vagar un rato antes de recluirme en el encierro. Un helicóptero se paseaba a escasa altura sobre los alrededores, dando vueltas por la llamada CU.
Al salir notamos vimos un enorme grupo de gente sobre la banqueta, atentos a algo, esperando, junto a ellos algo que parecía una ambulancia, una patrulla y varios policias custodiando el lugar. Comenzamos a imaginar: una amenaza de bomba, un accidente, pero ahí estaba, el cuerpo sin vida de alguien cubierto por una pequeña cobija verde, mientras la ambulancia no era otra cosa que el servicio forense.
Fue raro, fue inusual, fue triste y detonante, de prontó caí en la cuenta de que alguien se había ido, pero su cuerpo ahora en proceso de putrefacción seguía ahí, tendido en la calle, observado por una veintena de universitarios y curiosos que sin nada que hacer se limitaban a ver el cuerpo, murmurar y mirar al cielo.
No pude quedarme a ver, me había dicho que era morbosa, pero no podía quedarme a contemplar aquel cuerpo carente de vida. Seguimos nuestro camino un poco más callados, menos altaneros,y de hecho nos costo un poco cambiar de actitud, la hermana de Mauro festejaba su cumpleaños mientras en el asfalto de Paseo Universidad una cadaver permanecía cubierto de verde.
Me costó un poco despegarme de los chavos, cada uno a su casa y yo a comprar material para mi rapport de borreguitos durmientes. La compra trajó un par de problemas, no había color blanco, y no encontré otra cosa que cartoncillo en vez de cartulina iris negra, pero ni modo, necesito ese material no hay para luego.
Atravesar los Portales era mi próxima meta, una bolsa de palomitas de caramelo era parte del plan, plan que se borró al ver que ningún negocio tenía iluminación, la luz se había ido en todos los alrededores, así que atravesar los portales atravesando enjambres de sombras humanas se convirtió en algo agridulce por la experiencia pasada. En ese momento recordé lo del evento de Coca Cola, el encendido del árbol y parece ser que el recorrido de la caravana. Eso explicaba los ríos de gente.
pero no puedo seguir más seguiré escribiendo mañana, tengo una tarea, que al parecer, muy a mi pesar, no va a hacerse sola...
No comments:
Post a Comment