Masha miró por la ventana buscando los pájaros en el horizonte como lo había hecho ayer, su mirada no vio nada, sino una burda barda que se extendía por todo el frente de la construcción.
Iván montaba guardia como siempre lo hacía, pensando en la gitana de ojos verdes que le había regalado una flor.
Una mañana, bajo el sol de estío la mirada de Masha y de Ivan se cruzó, la había oído hablar antes, había escuchado su voz contando a los demás las reseñas de las fotos de invierno. Le había oído decir que pronto iría a visitar a sus primas a Inglaterra, y que tomaría el té con su tía en la costa galesa.
Pero esa mañana todo cambió... Masha e Ivan supieron de algun modo que la mirada del otro era diferente, se verían muchos días, tal vez cruzarían un par de palabras, tal vez el entraría al cuarto de ella a revisar sus pertenencias, pero eso no importaba, porque Masha e Ivan compartían algo especial...
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