siempre me odié en los momentos frágiles, hoy me vio llorar alguien que seguramente no esperaba eso de mí...
Eran lagrimas que debían de haber sido derramadas desde hace días, detenidas por la pena, la indiferencia y el orgullo culposo que cree que no vale la pena agachar la frente. Lagrimas que fueron auspiciadas por el cansancio, la torpeza y la deseperación, y ayudadas además por una gripe y un sueño de burros que llega tarde y sale temprano, cuando la luz comienza a pegar por la ventana del sur.
Ahora sólo me queda esperar que venga algo mejor, no salir sin sueter y procurar bebidas fuertes y miel con limón...
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