Crónica de una fiesta de aparente final

Aparentemente fue el 30 de mayo, día soleado y desvelado por una memoria de prácticas que no tenía derecho a ser escrita siquiera.
Al principio la llegada a la facultad, donde vimos arder los planos de lo que a lo largo de cinco años se construyó, y las cenizas volaron como volaron los días, y la hoguera se consumió dejando una mancha negra similar a la huella que en nosotros quedó...
Hubo un recorrido que emocionó a los presentes, yo incluida. Cerveza y espuma, me refiero claro, a la espuma festiva usada en fiestas patrias y demás chucherías. Hubo brindis por las personalidades más destacadas de la facultad, hubo brindis por los ausentes, los niños que saludan y por supuesto, mojada en la la fuente del águila, y ya para acabar, unas cuentas gotas de cerveza provenientes de God knows who...
Ya en la tarde procedimos a la sagrada fiesta, cuatro licenciaturas casi enemigas convergiendo en el mismo patio entre tacos horribles, cigarros y por supuesto, litros y litros de más alcohol.
Tomé, comi, tomé, fume, bailé, hablé, tomé, me burlé, hice casi todo lo que había querido hacer en una fiesta (excepto algo que no mencionaré), me sentí mareada, me sentí feliz, me reí y hasta sorpresas me trajo la vida en esta ocasión.
Alguien se acercó a contarme sus secretos, alguien se acercó y casi me sacó las lágrimas al decir que se deba cuenta de que trato de cambiar, cierta confesión cambió mi modo de ver a cierta persona, pero eso no importa ahora porque ya veo que no tiene sentido algo así.
Fue sin duda una fiesta de leyenda, la última, casi, sólo espero que pueda haber una mejor...